Trono de Luz Estelar – Capítulo 6: La Telaraña del Corredor de Sombras
Segunda Versión - Español
Clasificación: M/E
Géneros: Romantasía (Romance y fantasía) | Ciencia Ficción | Desarrollo Lento | Space Opera | Pareja Predestinada
Resumen:
Cassia Harper creía que sus mayores problemas eran pagar el alquiler, mantenerse al día con la escena de la moda en Brighton y vender suficientes artesanías para ayudar a su familia. Pero cuando un misterioso y hosco soldado a sueldo con orejas puntiagudas irrumpe en su vida, todo cambia.
Su pasado no es lo que pensaba. El padre que apenas recuerda no era solo un viajero distante, y el broche que lleva todos los días… no es simplemente una antigüedad.
Ahora, con asesinos tras sus pasos y un protector que se niega a reclamarla (aun cuando la tensión entre ellos es ardiente), Cassia debe decidir: ¿huirá de su destino o se alzará para enfrentarlo?
Qué esperar:
🔥 Un “slow-burn” con intensa tensión (y varias recompensas muy candentes 😏)
🐺 Un protector cósmico de orejas puntiagudas (que sabe que ella es su pareja predestinada, pero se niega a actuar… al principio)
👑 Política galáctica
🌌 Una space opera llena de acción, erotismo y drama
🛸 Brighton (Reino Unido) se encuentra con las estrellas
El aire vibraba con fragmentos de charla alienígena, vendedores que gritaban en lenguas extrañas y el siseo de tecnologías desconocidas. Cassia atravesaba el mercado con una gracia practicada, esquivando a un grupo de turistas tentaculados y tratando de ignorar cómo parte de la multitud la miraba. Otros no le prestaban la menor atención, empujando para palpar las frutas palpitantes y la maquinaria peculiar que colmaba los puestos atestados. Sobre sus cabezas, audaces pancartas holográficas prometían mercancías raras y mejoras de extremidades “sin riesgo”; abajo, tipos de los bajos fondos susurraban tratos en la penumbra. Dain vigilaba de cerca, su paso militar un contraste cortante con el enjambre caótico. A pesar del estruendo, se inclinó para hablar; su voz fue casi un gruñido.
—Por aquí.
La guió a través del desorden hacia El Borde de la Nebulosa, donde los corredores más secretos del universo cerraban tratos en reservados a media luz.
Cassia se apartó un mechón rebelde, esquivando a un vendedor robótico que pasó zumbando mientras su voz, llena de estática, suplicaba comprar auténticos artefactos terrestres.
—¿Alguna vez se calma este sitio? —preguntó, más para distraerse que otra cosa.
—No —respondió Dain; sus ojos no dejaban de moverse.
Puestos repletos de curiosidades extrañas y alimentos indescifrables invadían el camino, obligándolos a zigzaguear. Un vendedor de objetos cristalinos relucientes llamó la mirada de Cassia; tan pronto redujo el paso, Dain posó una mano firme y suave en su espalda, alejándola de la tentación. Ella le lanzó una mirada de soslayo, pero su concentración era inquebrantable.
Cerca, un grupo de seres luminosos negociaba con una figura encapuchada; sus cuerpos cambiaban de color con aparente emoción. Cassia absorbía la belleza extraña de todo aquello. Se sentía como un hilo deshilachado en un tejido vibrante, sin saber dónde encajaba. Ciertas miradas alienígenas eran menos que acogedoras, pero puso buena cara y siguió la determinación de Dain.
—Sabes que nos siguen —murmuró, notando a dos criaturas reptilianas acechando detrás.
—Ya no —replicó Dain. Cassia se arriesgó a mirar y vio a las criaturas distraídas por un vendedor especialmente ruidoso que agitaba tentáculos multicolores.
Pese a su presencia, o quizá por ella, Cassia sentía crecer la tensión.
—¿Es idea mía, o todo el mundo parece dispuesto a vendernos por un buen precio? —bromeó, ocultando la ansiedad que le hervía por dentro.
Dain no se inmutó.
—No sería la primera vez —dijo, acelerando al aproximarse a la entrada sombría de El Borde de la Nebulosa.
El bar se escondía en un rincón del mercado, su entrada oscurecida por varios letreros parpadeantes que anunciaban bebidas exóticas y discreción. Dentro, la penumbra teñía todo de tonos apagados, en agudo contraste con el caos brillante del exterior. Cassia entornó los ojos, adaptándose, mientras una mezcla de especias alienígenas y alcohol sintético la envolvía.
Los parroquianos se acurrucaban en nichos sombríos, murmurando en tono bajo. No podía sacudirse la sensación de que todos sabían que no pertenecían allí. La mano de Dain se mantenía cerca de su arma mientras sus ojos seguían explorando el lugar.
—Qué ambiente tan alegre —murmuró Cassia, pasando junto a un menú holográfico que se encendió ofreciéndole bebidas con nombres alarmantes.
—Mantente cerca —ordenó Dain, aunque ella ya estaba pegada a su lado. Los condujo hasta un reservado libre al fondo, abriéndose paso con la misma eficacia de siempre.
Cassia advirtió cómo algunas figuras parecían encogerse al verlos pasar. No sabía si temían a ella o a Dain. Se obligó a no mirar atrás y a centrarse en lo importante: aquella era su mejor oportunidad de averiguar qué planeaba su tío.
Al llegar al reservado, Cassia se dejó caer con un suspiro, manteniendo la espalda recta y la mirada despreocupada sobre el menú holográfico, aunque su cabeza estaba en otra parte.
—¿De veras piensas que vendrá? —susurró, casi por debajo de la música extraña que palpitaba.
—Si no viene, estamos perdiendo el tiempo —dijo Dain, sentándose frente a ella con el cuerpo en tensión—. Vendrá.
Cassia recorrió el local con la vista, sintiendo el peso de las miradas. Sabía lo que significaba si Lyra ya había sido silenciada. Un destello de piel luminosa se movió al otro lado del bar y desapareció en las sombras. El corazón de Cassia se aceleró.
—Bien —dijo, con más aplomo del que sentía—. Veamos si la bróker más famosa de la galaxia puede resistirse a una visita de Cassia Harper y su escolta intimidante.
Dain alzó una ceja; tal vez fue diversión.
—No pidas nada —musitó, señalando a un cliente que se desplomaba mientras un vapor extraño ascendía de su bebida neón.
Cassia casi rió; el nudo en su pecho aflojó apenas. Se dispusieron a esperar.
En la esquina más oscura, donde ni las sombras parecían cómodas, Lyra Voss jugueteaba con su bebida, pura paciencia calculada. Observó a la pareja con leve diversión y alzando una ceja cuando por fin se acercaron.
—La famosa Cassia Harper —saludó; su voz era una mezcla de encanto y cálculo—. Tu tío ha puesto una linda recompensa por esa cabecita.
Dain se acercó más a Cassia; su expresión era ilegible. El ambiente se tensó, y el murmullo general pareció amortiguarse a su alrededor. Lyra les indicó un asiento con un gesto casual y dejó caer las palabras:
—La información sobre el Regente Sombrío no es barata. Espero que hayan traído algo más valioso que créditos.
Cassia vaciló; Dain seguía impasible, pero ella sentía su inquietud. Estudió a Lyra, cuya mirada cibernética centelleaba bajo la luz tenue.
—¿Y si no lo hemos hecho? —respondió Cassia, esforzándose por sonar segura.
Lyra soltó una risa breve.
—Entonces empiecen a correr. Los mercenarios de tu tío son bastante menos encantadores.
Cassia intercambió una mirada con Dain; no tenían opción. Se sentó.
—Te escuchamos —dijo, cruzando las manos para ocultar el temblor.
—La última vez que te vi —comentó Lyra— ni siquiera sabías que existía el Regente Sombrío. Has avanzado.
—Y tú sigues tan oportunista como siempre —replicó Cassia.
—Una chica debe ganarse la vida —sonrió Lyra. Se volvió hacia Dain—. Vaya escolta nueva.
Dain cortó la conversación:
—Sin rodeos. ¿Qué quieres?
—Me gusta tu estilo. Poseo información esclarecedora, pero busco algo especial. Algo que solo las habilidades únicas de Cassia pueden crear.
El estómago de Cassia dio un salto. Apenas entendía su poder.
—¿Qué clase de “algo”? —susurró.
—Una pequeña obra de arte —susurró Lyra—. Seguro que estarás a la altura.
Cassia notó la tensión en Dain, pero asintió.
—Lo haré. Pero necesitamos tu palabra.
—La tienes —prometió Lyra.
Cassia sacó los materiales. Lyra se acomodó con curiosidad:
—Impresióname.
Cassia cerró los ojos y se concentró; el aire vibró, una luz suave creció hasta inundar su mesa. Cuando se disipó, un objeto cristalino, como un fragmento de estrella, brillaba en su mano exhausta.
—Vale cada dato —susurró Lyra, genuinamente impresionada.
—Habla —exigió Dain.
Lyra inclinó la cabeza:
—¿Y si les dijera que la galaxia se vuelve contra tu tío?
Detalló fortalezas rebeldes y aliados inesperados. Cassia sintió un hilo de esperanza mezclado con miedo. Dain se mantuvo alerta. Tan pronto terminaron, salieron del bar.
La mente de Cassia iba a mil con las revelaciones de Lyra. Trataba de asimilarlo todo: aquel destello de esperanza enredado ahora con nuevos temores. ¿Una alianza rebelde, los enemigos de su tío uniéndose? Apenas se atrevía a creerlo.
—Se rumorea que incluso la memoria de Aldric Harper sigue muy viva —añadió Lyra, observando de cerca la reacción de Cassia—. Parece que algunos creen que su heredera aún podría andar por ahí.
A Cassia se le cortó la respiración al oír mencionar a su padre, un hilo de añoranza tirando de su corazón. Dain se mantenía tenso a su lado; sus ojos eran una advertencia silenciosa de que no podían dejarse distraer. Lyra dedicó una sonrisa fugaz y cómplice antes de escurrirse de nuevo hacia las sombras.
—¡Espera! —alcanzó a decir Cassia, pero Lyra ya se había desvanecido tan rápido y fácilmente como había aparecido. Sintió el peso de todo lo aprendido caer sobre ella.
La urgencia de Dain la trajo de vuelta.
—Tenemos que movernos.
Cassia asintió; sabía que tenía razón.
—¿Crees que sea verdad? —preguntó al ponerse en pie, con aquella chispa peligrosa de esperanza en la voz.
—Es algo —respondió Dain, deliberadamente impreciso—. Pero no lo sabremos si nos quedamos aquí.
Cassia sintió una mezcla de impaciencia y comprensión. Debían seguir adelante y su padre —si seguía vivo— tendría que esperar. Notó el cosquilleo de la rebeldía tirando de ella, pero no había tiempo para saborearlo. La mano de Dain rozó la suya, un recordatorio veloz de que estaban juntos en esto, mientras su mirada seguía barriendo la sala.
Abandonaron el reservado con renovada urgencia. Cassia sintió las miradas que los seguían, ojos cautelosos que marcaban cada paso. Las palabras de Lyra resonaban en su mente, mezcla de promesa y peligro.
—Prepárate para compañía —murmuró Dain al llegar a la salida, con la voz baja y segura.
Cassia tragó saliva y se preparó para lo inevitable. En cuanto salieron, una ráfaga de aire frío y un pinchazo de anticipación la recorrieron. Dain ya empuñaba su arma, cada instinto en máxima alerta.
Habían dado apenas dos pasos cuando una figura aerodinámica cayó desde lo alto con gracia depredadora: Vertex. El corazón de Cassia dio un salto, el miedo la sacudió. El asesino llevaba el rostro cubierto por una máscara especializada, ojos negros e imperturbables.
—El Regente Sombrío envía sus saludos —anunció Vertex con frialdad, y las dos hojas de energía se encendieron con un siseo letal.
Cassia y Dain se lanzaron en direcciones opuestas mientras el ataque partía el aire entre ellos, que vibró con la descarga. Cassia cayó al suelo; el impacto se extendió hasta los brazos. Pensó a toda velocidad: necesitaba un plan.
Dain ya estaba disparando; sus disparos, precisos, pero Vertex se movía con velocidad inquietante, esquivando con fluidez. Las hojas centelleaban en la noche, dejando estelas luminosas mientras el asesino los perseguía sin tregua.
—¡No pares! —gritó Dain, su voz firme incluso en medio del caos. Cassia se incorporó a toda prisa; el corazón le retumbaba.
El mercado estalló en confusión, transeúntes sobresaltados buscando refugio mientras Vertex los empujaba hacia las sombras. Cassia sintió el frío del miedo y el ardor de la desesperación al comprender lo superados que estaban.
Dain disparó de nuevo; su entrenamiento militar se veía en cada movimiento controlado. Era todo lo que podía hacer para mantener a Vertex a raya. Cassia advirtió la tensión de su mandíbula, la concentración en sus ojos: moriría antes de dejar que le pasara algo.
Pero ella también moriría antes de permitirlo.
Agarró una caja metálica y la lanzó con todas sus fuerzas contra Vertex. El asesino trastabilló medio segundo—el tiempo justo para que corriera hacia Dain.
—¡Aquí! —gritó, la adrenalina impulsándola.
Se reagruparon, pero Vertex se recuperó al instante, con una velocidad que le heló la sangre. La voz mecanizada del asesino fue un escalofrío:
—Rendirse es vuestra única posibilidad.
La mente de Cassia gritó contra esas palabras.
—Ni hablar —escupió, la rebeldía chispeando en su interior. No sabía si era valentía o desesperación, pero la lanzó adelante.
Dain le dirigió una mirada fugaz que lo decía todo: confiaba en ella. Ella confiaba en él. Estaban juntos en esto, fuera lo que fuese.
—¡Muévete! —ordenó él, cambiando de posición para cubrirla. Cassia no dudó y corrió hacia un callejón repleto de gente. Dain la siguió, cubriendo la retirada con una ráfaga de disparos.
Vertex los persiguió con precisión implacable, las hojas cortando la noche. Pero la multitud frenó lo suficiente al asesino. Cassia y Dain giraron una esquina, luego otra, hasta que la distancia empezó a alargarse.
Los pulmones de Cassia ardían; las piernas le temblaban. Corrieron hasta que el bullicio del mercado quedó lejos y sus piernas amenazaron con ceder.
Cuando Dain estuvo seguro de que habían despistado a su perseguidor, la arrastró a un callejón angosto.
—¿Estás bien? —preguntó, jadeante pero firme.
Cassia asintió; la realidad de la huida vibraba en su interior.
—¿Era…? —apenas pudo hablar.
—Vertex —confirmó Dain, escudriñando la oscuridad—. El mejor cazador de tu tío.
Cassia se dejó caer contra la pared, el combate repitiéndose en su mente. Estaba aterrada, eufórica, más viva que nunca. Habían escapado y, de algún modo, la idea de lo que vendría ya no parecía tan imposible. Miró a Dain, su expresión dura pero aliviada.
—Esta rebelión —dijo, con la respiración entrecortada—. ¿Podemos lograrlo de verdad?
Dain la miró; en los bordes de su boca asomó una leve sonrisa.
—Podemos —afirmó, y ella le creyó, aunque el universo estuviera en su contra.