Starlit Throne – Capítulo 4: El Vínculo
Clasificación: M/E
Géneros: Romantasía (Romance y fantasía) | Ciencia Ficción | Desarrollo Lento | Space Opera | Pareja Predestinada
Resumen:
Cassia Harper creía que sus mayores problemas eran pagar el alquiler, mantenerse al día con la escena de la moda en Brighton y vender suficientes artesanías para ayudar a su familia. Pero cuando un misterioso y hosco soldado a sueldo con orejas puntiagudas irrumpe en su vida, todo cambia.
Su pasado no es lo que pensaba. El padre que apenas recuerda no era solo un viajero distante, y el broche que lleva todos los días… no es simplemente una antigüedad.
Ahora, con asesinos tras sus pasos y un protector que se niega a reclamarla (aun cuando la tensión entre ellos es ardiente), Cassia debe decidir: ¿huirá de su destino o se alzará para enfrentarlo?
Qué esperar:
🔥 Un “slow-burn” con intensa tensión (y varias recompensas muy candentes 😏)
🐺 Un protector cósmico de orejas puntiagudas (que sabe que ella es su pareja predestinada, pero se niega a actuar… al principio)
👑 Política galáctica
🌌 Una space opera llena de acción, erotismo y drama
🛸 Brighton (Reino Unido) se encuentra con las estrellas
Había seguido órdenes toda mi vida.
Hasta ahora.
La misión era clara: recuperar al objetivo, extraerle una muestra de sangre, enviarla a mi patrón y mantener al objetivo sedado hasta nuevas instrucciones.
Sencillo. Eficiente.
Entonces ella se abalanzó sobre mí.
Pequeña pero firme, su aroma me envolvió como un hechizo. Mis músculos se tensaron mientras el shock casi me hizo caer de rodillas. Imposible. En mi especie no hay parejas predestinadas. Fui diseñado para que así fuera, ¿no? Hacía tiempo que había aceptado eso, sepultando mi instinto en lo más hondo, donde no pudiera salir.
Sin embargo, mientras ella forcejeaba en mi agarre, el vínculo me golpeó como una estrella implosionando.
Mi compañera. Mía.
No podía ser.
Ella se quedó mirando mis orejas apenas un segundo—y luego gritó.
Su voz resonó aguda, el pánico impregnando su aroma. No lo sabía. No podía saberlo. El vínculo solo era evidente para mí. Instintos más antiguos que la razón habían resurgido, arrasando con todo lo demás. Mis órdenes. Mi patrón. Todo el maldito universo.
Lo único que importaba ahora era mantenerla a salvo.
—¡Suéltame! —tiró de mí, pero me mantuve firme, anclándome contra la oleada de necesidad pura y absorbente.
Proteger.
—Quédate callada —murmuré, mi voz más grave de lo que pretendía, áspera y cargada de urgencia—. Vienen por ti.
Pasos. Rápidos. Precisos.
Me giré, colocando mi cuerpo entre ella y las figuras que se acercaban.
Tres cazadores. Entrenados. Armados. Moviéndose como fantasmas sobre las piedras.
Ella vaciló, cerrando los puños a los costados. —¿Quién demonios eres?
No respondí. En lugar de eso, di un paso al frente, empujado por el instinto a situarme entre ella y la amenaza.
—Ponte detrás de mí.
Su corazón dio un vuelco. Lo sentí como si fuera el mío.
Y entonces atacaron.
Uno se movió primero, abalanzándose con rapidez, una hoja afilada cortando el aire hacia mis costillas—demasiado lento.
Giré, agarrándolo por la muñeca y rompiéndola de un solo y certero movimiento. Un crujido espeluznante. La figura se desplomó, ahogando un grito de dolor.
Otro ya venía. Me moví antes de que pudiera acertarme. Pivoteé, mi bota impactando en su pecho, lanzando al segundo agresor contra el suelo.
Quedaba uno.
El último cazador vaciló. Inteligente. Sabía lo que yo era. Sabía que no sería una pelea justa.
—Deberías marcharte —advertí, mi voz calmada a pesar del calor hirviéndo en mi sangre.
El cazador no lo hizo. Fingió un ataque por la izquierda antes de ir a mi punto ciego. Casi.
Un dolor me atravesó el costado.
Gruñí, girando antes de que pudiera escapar. Mi mano atrapó su garganta, levantándolo del suelo para estrellarlo contra las piedras. El impacto sacudió la orilla. El cazador dejó de moverse.
Silencio.
Me incorporé, rotando los hombros para aliviar la punzada en mi costado. El olor a sangre era intenso en el aire salado, mezclándose con el olor natural del mar. Pero ya empezaba a curarme.
Ella me miraba.
Con los ojos muy abiertos. Jadeando.
—¿Estás herida? —pregunté, la voz más áspera de lo que pretendía.
Ella tragó saliva. —Tu… estás sangrando.
—Estoy bien. —Di un paso hacia ella. Dudó, pero no retrocedió.
Apreté la mandíbula. Tenía miedo. Estaba confusa. Pero no huía. Me escuchaba.
Pero… ¿por qué? Debería estar corriendo, ¿no?
—Tenemos que irnos —dije—. No es seguro aquí.
No se movió de inmediato, pero vi que pensaba, sopesando mis palabras. Ya no sentía pánico.
Soy el único que siente esto. Ella es humana. Los humanos no tienen parejas predestinadas. Yo no debería tener una. Estoy diseñado…
—¿Adónde? —preguntó con una cautela firme, sacándome de mis pensamientos encontrados.
Exhalé, sintiendo que la tensión en mis músculos cedía, aunque solo un poco. —A algún lugar seguro. Te explicaré lo que pueda, pero tenemos que movernos.
Un instante de duda. Luego—un asentimiento.
Ese simple gesto me impactó más de lo que debería. Confiaba en mí.
Nos mantuvimos en las sombras al salir de la playa. Mi pareja me lanzaba miradas cada pocos pasos, como si temiera que fuera a desvanecerme.
Mi herida me frenaba un poco, pero obligué a mi cuerpo a seguir adelante. No había tiempo para flaquear.
—Necesitamos un coche —murmuré.
Ella se detuvo en seco. —¿Cómo dices?
—Mi nave está en una zona rocosa… creo que la llama Seven Sisters. Tenemos que llegar allí. Rápido.
Parpadeó. —¿Tu qué?
Me pasé la mano por la cara. Cierto. Ella aún no sabía nada.
—Te lo explicaré más tarde. Por ahora, tenemos que irnos. La nave será un lugar seguro.
Ella cruzó los brazos. —¿Te refieres a que tenemos que robar un coche?
Fruncí el ceño. —¿Prefieres esperar a que aparezcan más cazadores?
Abrió la boca, luego suspiró. —Está bien. Pero el coche lo elijo yo.
Algo se agitó en mi interior. Una sensación que no supe definir. Peligrosa.
La ignoré.
—Haré un puente —dije.
Me lanzó una mirada larga y desconfiada, pero no discutió. Vamos progresando.
Aparté de mi mente la presión de mi pecho y los gritos de mis instintos, que me pedían estrecharla contra mí y no soltarla nunca.
Lo ignoré todo, salvo una simple y contundente verdad.
Mi vida ya no me pertenecía.
Y, por primera vez en mi existencia, no me importaba.
Glosario – Capítulo 4
Sepultado – Enterrado, oculto. (Buried.)
Vacilar – Estar indeciso. (To hesitate.)
Estrella implosionando – Metáfora de algo poderoso y abrumador. (Collapsing star.)
Su corazón dio un vuelco – Sobresaltarse. (Her heartbeat stuttered.)
Incorporarse – Ponerse de pie. (To straighten, to stand up.)
Gruñí – Emitir ruidos roncos, guturales y algo nasales de queja. (Made a growling, aggressive sound.)
Desvanecerse – Desaparecer. (To vanish.)
Flaquear – Perder fuerza. (To loose strength.)
Hacer un puente - Encender el motor de un vehiculo usando los cables. (To hotwire.)