Clasificación: M/E
Géneros: Romantasía (Romance y fantasía) | Ciencia Ficción | Desarrollo Lento | Space Opera | Pareja Predestinada
Resumen:
Cassia Harper creía que sus mayores problemas eran pagar el alquiler, mantenerse al día con la escena de la moda en Brighton y vender suficientes artesanías para ayudar a su familia. Pero cuando un misterioso y hosco soldado a sueldo con orejas puntiagudas irrumpe en su vida, todo cambia.
Su pasado no es lo que pensaba. El padre que apenas recuerda no era solo un viajero distante, y el broche que lleva todos los días… no es simplemente una antigüedad.
Ahora, con asesinos tras sus pasos y un protector que se niega a reclamarla (aun cuando la tensión entre ellos es ardiente), Cassia debe decidir: ¿huirá de su destino o se alzará para enfrentarlo?
Qué esperar:
🔥 Un “slow-burn” con intensa tensión (y varias recompensas muy candentes 😏)
🐺 Un protector cósmico de orejas puntiagudas (que sabe que ella es su pareja predestinada, pero se niega a actuar… al principio)
👑 Política galáctica
🌌 Una space opera llena de acción, erotismo y drama
🛸 Brighton (Reino Unido) se encuentra con las estrellas
Si había algo que odiaba más que quedarme sin dinero, era saber que James Harper tenía una idea “brillante” para solucionarlo.
Mi primo era de esos que tramaban planes que hacían a la gente llevarse las manos a la cabeza y murmurar: “¿de dónde has salido tu?”, pero a veces, solo a veces, sus ideas locas funcionaban.
—Cass —dijo, dejándose caer en la silla frente a mí en nuestra diminuta mesa de la cocina. Sus ojos brillaban. Conocía ese destello. Significaba problemas—. ¿Qué me dirías si te dijera que hay una forma de ganar diez mil libras, y todo lo que tienes que hacer es tumbarte en una camilla médica durante una hora?
Lo miré fijamente con la tostada en la boca (una tostada muy triste y barata). Su cabello castaño parecía advertirme de que era una mala idea.
—Te diría amablemente que te largaras antes de que te lanzara este pedazo de pan reseco a la cara.
James sonrió, sin inmutarse.
—Hablo en serio, Cass. Hay una clínica en la ciudad que está haciendo un estudio de investigación genética y pagan una pasta. Estamos hablando de un dineral, Cass. Solo son un par de revisiones médicas, una pequeña muestra y ¡zas!, dinero fácil.
Levanté una ceja.
—Suena turbio. ¿Qué tipo de investigación?
—Algo sobre rastrear marcadores genéticos en la población. Cosas de ciencia. La cuestión es que es legal.
No me convencía.
—Si es tan sencillo, ¿por qué no lo has hecho ya?
James se recostó, cruzando las manos detrás de la cabeza.
—Oh, sí voy a hacerlo. Pero resulta que tienen este sistema en el que si refieres a alguien, te dan un bono. Yo te echo una mano y tú me la echas a mí. —Movió las cejas—. Venga, Cass, sabes que necesitas el dinero.
Por desgracia, no se equivocaba. Brighton no era barato y, entre el alquiler, las facturas y mis varios trabajos, apenas salía a flote. Además, necesitaba ayudar a mi madre. Diez mil libras eran tentadoras. Muy tentadoras.
Suspiré.
—Está bien. Iré a ver qué tal. Pero si me secuestra un laboratorio secreto del gobierno, te voy a hacer la vida imposible.
—¡Esa es la actitud! —James aplaudió—. Mañana al mediodía te mando la ubicación.
Al día siguiente, estaba de pie frente a la clínica, lamentando cada decisión vital que me había llevado hasta ese momento. El edificio no parecía el típico lugar clandestino de mala muerte; era elegante, moderno y estaba inquietantemente impecable. Normalmente los edificios del NHS no son tan relucientes, y siempre hay una recepcionista aburrida. Este lugar era demasiado perfecto. Las puertas de cristal se abrieron sin hacer ruido, revelando una recepción silenciosa que olía a antiséptico y a algo metálico.
Vacilé. Una voz en mi mente me decía que me diera media vuelta y saliera de allí, pero diez mil libras eran diez mil libras.
Me armé de valor y entré, escuchando el chillido de mis zapatillas contra el suelo pulido. Una recepcionista con una sonrisa demasiado perfecta me entregó una tablet para registrarme. Dudé un segundo antes de teclear un nombre falso: Emily Frost. Mi pequeño acto de rebeldía —Emily era el nombre de una chica del colegio que solía burlarse de mi ropa de segunda mano.
Una enfermera me llamó para una “sesión de orientación”. El lugar se sentía más como un laboratorio technológico que como una clínica médica normal. No había pósters amistosos sobre la gripe ni revistas viejas. Solo superficies impecables y el zumbido de máquinas a lo lejos. Eso no era normal en el NHS: suele haber pósters y siempre hay gente esperando antes de que te toque pasar… Tenía tantas dudas, pero no podía marcharme… diez mil libras.
Una mujer de bata blanca me soltó un discurso vago sobre investigación genética, estudios de salud poblacional y avances médicos. No retuve gran cosa. Lo que sí me llamó la atención fue la puerta de seguridad al fondo, por la que dos hombres trajeados metieron a una mujer con cara de nervios, y el hecho de que yo era la única que parecía darse cuenta.
Algo en mi interior me gritó que ese sitio no era normal. Y fue entonces cuando los vi.
Un hombre y una mujer de pie junto a un pasillo lateral, hablando en voz baja. La piel de él tenía un extraño matiz iridiscente, como un brillo perlado bajo las luces intensas. Los ojos de ella eran demasiado reflectantes, como metal líquido.
Ni lo pensé. Saqué el teléfono y les hice una foto.
—¿Señorita Frost? —La voz de la enfermera me devolvió a la realidad—. ¿Quiere pasar a su revisión de salud?
Mi corazón latía con fuerza. Forcé una sonrisa.
—La verdad… he cambiado de opinión. No me siento cómoda con esto.
La enfermera frunció el ceño, pero asintió.
—Por supuesto. Puede irse cuando guste.
Salí casi corriendo de allí.
No volví a pensar en la clínica el resto del día. Fuera lo que fuese lo que me había asustado, lo atribuí a mi hiperactiva imaginación. Algo en ese lugar me había dejado intranquila, pero en cuanto crucé la puerta, los recuerdos empezaron a desvanecerse… como un sueño que se disipa al despertar.
Esa noche, tirada en mi cama, deslicé el dedo por la pantalla del móvil sin pensar, hasta que me detuve en seco.
La foto.
Me quedé mirando la pantalla. El hombre de piel iridiscente. La mujer de ojos metálicos. Los había visto.
Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Por qué sentía que estaba recordando algo antiguo, algo enterrado?
Entrecerré los ojos, intentando concentrarme, pero era como querer atrapar niebla. La clínica. La inducción. Algo pasó. Pero apenas podía recordarlo.
No recordaba haber sacado esa foto.
Y en ese instante supe que… no se suponía que lo hiciera.
Un temblor me sacudió, paralizada. El miedo me helaba las venas. Y entonces me vino a la cabeza mi imprsentable primo James. ¿En qué me había metido esta vez?
Corrí a la sala, agitando el teléfono ante James.
—No lo voy a hacer. Y tú tampoco deberías. En ese lugar pasa algo.
James, que estaba comiendo patatas fritas como si nada, frunció el ceño.
—¿De qué hablas?
Le enseñé la foto.
—Mira. Los vi en la clínica. Ni siquiera recuerdo haber tomado esta foto hasta ahora. ¿No te da mala espina?
James entrecerró los ojos.
—Mmm. Es… raro. —Hizo un clic con la lengua y luego se encogió de hombros—. Da igual. Igual es algún experimento de tecnología de ciencia ficción. ¿Y qué? Pagan igual.
—James, no lo hagas.
—Sí, sí. —Me hizo un gesto despreocupado. Debería haber sabido que eso significaba que lo haría de todos modos. Y que, además, volvería a involucrarme para ganar más dinero.
Pasó una semana. Entonces, James soltó la bomba como si nada.
—Oye, por cierto —dijo, estirándose al levantarse del sofá, con el pelo revuelto y cara de no haber pegado ojo—, puede que haya enviado una muestra de tu cabello. Ningún drama.
Me quedé de piedra.
—¿¡Qué hiciste QUÉ!?
—Tranquila. Ya estabas en el sistema y cambiaste de opinión, pero pensé: “¿Para qué desperdiciarlo? Dinero fácil, ¿no?” —Sonrió, sin percatarse del horror que se reflejaba lentamente en mi rostro—. Me lo agradecerás cuando veas el cheque.
Sentí un nudo en el estómago. Me faltaba el aire. El pánico se iba apoderando de mí.
Los había visto, ¿verdad?
¿Y no eran humanos… o sí?
Sin decir nada, le solté a James una mirada asesina y agarré mi abrigo, saliendo de allí sin apenas oírlo gritar mi nombre. Tenía las manos sudorosas y respiraba con dificultad. Mis pasos me llevaron por las calles retorcidas de Brighton hasta el paseo marítimo, con el viento salado azotándome la piel.
Necesitaba aire.
Necesitaba averiguar si estaba “pa’llá” o si algo mucho, mucho peor estaba sucediendo.
Y, por alguna razón, sentía que debía hacerlo rápido.
Glosario - Capítulo 2
Llevarse las manos a la cabeza - Indica asombro, estupefacción. (Shake your head.)
Sin inmutarse - Sin alterarse o mostrarse afectado. (Unfazed)
Pagar una pasta - Expresión coloquial para decir que se paga mucho dinero. (To pay top-tier money.)
Turbio - Sospechoso o dudoso. (Sketchy)
Clandestino - que se hace o se produce ocultamente y de espaldas a la ley o a la autoridad. (A dodgy back-alley operation.)
Salir a flote - Salir adelante con una cosa, próspera y felizmente. (Holding it together.)
Salir corriendo - Escapar. (Bolted.)
Dar mala espina - sospechar, tener un mal presentimiento. (Freak out.)
Estar pa’llá - Forma coloquial de decir que una persona está ida, loca. (Delulu.)
Me quedé de piedra - Atónito, paralizado por la sorpresa. (Frozen.)