Trono de luz estelar - Capítulo 3: El hombre de la playa
Clasificación: M/E
Géneros: Romantasía (Romance y fantasía) | Ciencia Ficción | Desarrollo Lento | Space Opera | Pareja Predestinada
Resumen:
Cassia Harper creía que sus mayores problemas eran pagar el alquiler, mantenerse al día con la escena de la moda en Brighton y vender suficientes artesanías para ayudar a su familia. Pero cuando un misterioso y hosco soldado a sueldo con orejas puntiagudas irrumpe en su vida, todo cambia.
Su pasado no es lo que pensaba. El padre que apenas recuerda no era solo un viajero distante, y el broche que lleva todos los días… no es simplemente una antigüedad.
Ahora, con asesinos tras sus pasos y un protector que se niega a reclamarla (aun cuando la tensión entre ellos es ardiente), Cassia debe decidir: ¿huirá de su destino o se alzará para enfrentarlo?
Qué esperar:
🔥 Un “slow-burn” con intensa tensión (y varias recompensas muy candentes 😏)
🐺 Un protector cósmico de orejas puntiagudas (que sabe que ella es su pareja predestinada, pero se niega a actuar… al principio)
👑 Política galáctica
🌌 Una space opera llena de acción, erotismo y drama
🛸 Brighton (Reino Unido) se encuentra con las estrellas
El viento aullaba mientras pisaba la playa, mis zapatillas crujiendo contra las piedras húmedas. El cielo se teñía de tonos naranjas y púrpuras oscuros, los últimos rastros del sol hundiéndose en el horizonte. La brisa salada golpeaba mi rostro, ardiendo en mis mejillas, pero agradecía el frío. Era mejor que el peso sofocante en mi pecho.
Estaba furiosa. ¡Furiosa!
Furiosa con James por ser un completo idiota, furiosa conmigo misma por haber considerado siquiera aquella clínica, y furiosa por el miedo persistente que no me dejaba en paz.
Me ajusté el abrigo, metiendo las manos en los bolsillos. Tal vez estaba exagerando. Quizá solo fuera una clínica ilegal y James un imbécil, y nada más. Pero la foto en mi teléfono… esa gente, esas cosas…
Sacudí la cabeza. Contrólate, Cass.
Me concentré en el ritmo de mi respiración y en el choque de las olas contra la orilla. La playa estaba casi desierta, solo unas cuantas siluetas caminaban a lo lejos, recortadas contra la luz menguante. Era pacífico… casi.
Hasta que empezó una sensación de hormigueo en la nuca.
Un malestar se instaló en mi interior, como la calma que precede a la tormenta. Mis instintos, esos que normalmente ignoraba, me gritaban.
Alguien me estaba observando.
Disminuí el paso, echando un vistazo por encima del hombro con un gesto casual, como si me estirase. Nada. Las farolas que bordeaban el paseo parpadeaban, su luz tenue apenas iluminaba la zona. Nadie a la vista.
Pero la sensación no se iba.
¿Estaba otra vez “pa’llá”?
No… Definitivamente había algo peligroso en el aire.
Aceleré el paso, mi corazón latiendo con más fuerza. Tal vez solo eran mis nervios jugándome una mala pasada. Quizá era James volviéndome paranoica. Quizá.
Y entonces los vi.
Figuras oscuras moviéndose entre los huecos de los edificios cerca del paseo. Rápidas. Seguras.
Se me revolvió el estómago. No. No, no, no.
Me giré bruscamente, caminando más rápido, fingiendo que no había visto nada. El aire húmedo se pegaba a mi piel mientras avanzaba a toda prisa por la orilla, con el pulso martilleándome en la garganta. Debería haberme quedado en casa. Debería haber permanecido dentro. No debería haber venido aquí sola.
Pasos. Más de uno.
Aceleré el ritmo, y ellos también.
Un destello de movimiento en mi visión periférica—demasiado rápido.
El pánico me invadió. Eché a correr.
Mis pies golpeaban las piedras mojadas, resbalando ligeramente mientras corría hacia el muelle de madera a lo lejos. No sabía adónde iba. No me importaba. Solo necesitaba alejarme.
El viento silbaba a mi alrededor, el mar se extendía sin fin a mi derecha, un vacío oscuro bajo el cielo nocturno. Sentía el ardor en los pulmones mientras corría, echando un vistazo tras de mí.
Mierda. Se acercaban.
Y entonces—
Choqué contra algo sólido.
Un par de manos sujetaron mis brazos, estabilizándome antes de que pudiera retroceder. El corazonistas me dió un vuelco cuando levanté la mirada—
A unos penetrantes ojos azules.
El hombre que tenía delante era alto, de hombros anchos, con un cabello rubio corto desordenado por el viento. Su rostro era afilado, casi demasiado perfecto, como si hubiese sido esculpido en algo de otro mundo. Pero fueron sus ojos los que me revolvieron el estómago—un tono de azul tan intenso que casi brillaba en la penumbra.
Mi cerebro se detuvo.
No era humano.
Me quedé mirando brevemente sus orejas puntiagudas y grité.
—¡Suéltame! —Tiré de mi brazo, pero su agarre se mantuvo firme—fuerte, inquebrantable, aunque no doloroso.
—Cállate —murmuró, su voz grave, autoritaria, pero curiosamente… familiar—. Se acercan.
No tuve tiempo de preguntar quiénes eran porque lo oí: el sonido de pisadas rápidas y antinaturalmente precisas.
Las figuras que me perseguían habían acortado la distancia. Eran tres, moviéndose como sombras, sus pasos inquietantemente silenciosos sobre la grava.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
—¿Quién demonios eres tú? —susurré, cerrando los puños.
Los ojos de aquel hombre se desviaron hacia las figuras que se aproximaban. Luego, en un solo movimiento fluido, se colocó delante de mí.
—Ponte detrás de mí.
Se me encogió el estómago. —¿Cómo sabes tú…?
Entonces atacaron.
Uno de ellos se abalanzó a una velocidad inhumana, su brazo cortando el aire hacia el hombre que tenía delante. Pero él fue más rápido.
Apenas lo vi moverse. Un segundo estaba ahí parado, al siguiente—
Un crujido espantoso.
El atacante se desplomó en el suelo. El segundo avanzó, pero el hombre ya estaba en movimiento.
Su cuerpo giró en un borroso remolino de acción, su bota impactando en el pecho del segundo agresor, lanzándolo hacia atrás. El tercero vaciló, percibiendo algo peligroso.
—Lárgate —advirtió el hombre, con voz calmada. Demasiado calmada.
La figura restante no se fue.
Se lanzó hacia él.
Apenas tuve tiempo de asimilar lo que pasó.
El hombre—mi salvador, mi captor, lo que fuera—se movía con una precisión antinatural, una mezcla de gracia letal y fuerza bruta. Sus manos sujetaron a su atacante y, con un único movimiento fluido, lo mandó volando hacia el suelo.
Por un instante, la playa quedó en silencio, a excepción del choque de las olas y mi respiración agitada.
El hombre se volvió hacia mí, su intensa mirada azul clavada en la mía. —Tenemos que irnos. Ya.
Mi cuerpo se negaba a moverse. Mi cerebro seguía procesándolo todo. —¿Quién—qué—qué diantres ha sido eso?
Él exhaló con frustración, como si estuviera molesto. —Te lo explicaré luego. Pero si no nos vamos ahora, vendrán más.
Algo en su voz me sacó de mi aturdimiento. La urgencia. La certeza.
No mentía.
Tragué saliva y asentí. —De acuerdo.
No sabía quién era. No sabía si podía confiar en él. Pero tenía algo claro.
Acababa de salvarme la vida.
Y, por ahora, era mi única oportunidad de sobrevivir a lo que fuera en lo que me había metido, cortesía del imbécil de mi primo.
Glosario – Capítulo 3
Hormigueo - cosquilleo (Prickling)
Malestar – Inquietud. (Unease.)
Visión periférica – Permite ver el entorno general y abarca hasta casi 180º del ángulo de visión. (Peripheral vision.)
Se me revolvió el estómago – Sentir aversión, repugnancia. (My stomach lurched.)
Se abalanzó – Lanzarse, arrojarse en dirección a alguien o algo. (Lunged.)
El corazón me dió un vuelco – Sufrir un sobresalto inesperado. (My heart leaped into my throat.)
Se desplomo en el suelo – Caer al suelo. (Crumpled to the ground.)
Eerily – In a strange and frightening way. (De manera inquietante o escalofriante.)
Un escalofrío me recorrió la espalda – Estremecerse. (A chill ran down my spine.)