Trono de Luz Estelar – Capítulo 7: Juegos de gravedad
Clasificación: M/E
Géneros: Romantasía (Romance y fantasía) | Ciencia Ficción | Desarrollo Lento | Space Opera | Pareja Predestinada
Resumen:
Cassia Harper creía que sus mayores problemas eran pagar el alquiler, mantenerse al día con la escena de la moda en Brighton y vender suficientes artesanías para ayudar a su familia. Pero cuando un misterioso y hosco soldado a sueldo con orejas puntiagudas irrumpe en su vida, todo cambia.
Su pasado no es lo que pensaba. El padre que apenas recuerda no era solo un viajero distante, y el broche que lleva todos los días… no es simplemente una antigüedad.
Ahora, con asesinos tras sus pasos y un protector que se niega a reclamarla (aun cuando la tensión entre ellos es ardiente), Cassia debe decidir: ¿huirá de su destino o se alzará para enfrentarlo?
Qué esperar:
🔥 Un “slow-burn” con intensa tensión (y varias recompensas muy candentes 😏)
🐺 Un protector cósmico de orejas puntiagudas (que sabe que ella es su pareja predestinada, pero se niega a actuar… al principio)
👑 Política galáctica
🌌 Una space opera llena de acción, erotismo y drama
🛸 Brighton (Reino Unido) se encuentra con las estrellas
No había asimilado del todo eso de que «viajar por el espacio lleva tiempo» hasta que el zumbido de la nave de Dain se convirtió en algo permanente. Resulta que salir del planeta no es lanzarse a las estrellas como en las pelis; es esperar. Días. Incluso semanas.
¿Y ahora?
Estábamos atrapados en una nave del tamaño de un loft de lujo —muy elegante, muy estilizado— sin grandes ventanas, sin gravedad… y, por supuesto, sin Wi‑Fi.
Bueno, salvo por el divertido “roomba espacial”.
No me malinterpretes: la nave era increíble. Muros tornasolados, tecnología que respondía a la voz y una cama que dejaba en ridículo a cualquier colchón terrícola. Pero hay un límite al subidón de adrenalina espacial; tarde o temprano, el silencio se impone.
Y la nave estaba llena de él.
Dain.
El gruñón, melancólico, estoico de Dain, que dedicaba la mayor parte del tiempo a mirar pantallas o reparar cosas que, a mi juicio, no estaban rotas. Paseaba por la nave como un hombre en una misión continua, aunque estuviésemos claramente en modo “stand by”.
Así que, naturalmente, convertí en mi misión molestarlo.
—Entonces —dije, apoyada en el marco de la cabina—, ¿qué haces cuando no estás rescatando mujeres misteriosas y sacándolas de la Tierra?
No levantó la vista.
—Mantenimiento.
—Apasionante.
Tecleó algo en la pantalla.
—Necesario.
Di un paso más.
—¿Tienes aficiones? No sé, ¿tejes? ¿Coleccionas monedas intergalácticas? ¿Recitas poesía espacial antigua a oscuras?
—No.
—¿No a cuál de todas?
Por fin me miró.
—A todas.
Sonreí.
—Eres divertidísimo.
Volvió al panel.
Ese era el ritmo de nuestros días: yo pinchando, bromeando, empujando, y Dain haciendo su mejor imitación de pared. Lejos de irritarme, me fascinaba, porque cada vez que me miraba, cada vez que nuestros dedos se rozaban, algo se encendía en su expresión.
Algo contra lo que luchaba.
Con todas sus fuerzas.
Y, por supuesto, eso solo hacía que me entraran más ganas de empujar.
(Seamos sinceras: ninguna geek del planeta se resistiría a este tío).
Hoy llevaba una de sus camisetas que encontré en los compartimentos: suave, transpirable, un poco larga. La dejé caer sobre un hombro porque… ¿por qué no? Si íbamos a estar atrapados juntos en el espacio, al menos disfrutaría de las vistas.
Y las vistas eran excelentes.
Entré en la cabina como si fuera mía. Dain estaba al mando, pilotando como si requiriese cada átomo de concentración, lo cual era un pelín dramático teniendo en cuenta que navegábamos en línea recta hacia una estación.
—Hola —dije, deslizándome en el asiento del copiloto—. ¿Te he dicho lo impresionantemente callado que eres? Es como viajar con un fantasma muy musculado.
Me lanzó una mirada de reojo.
—Deberías descansar.
—Ya lo hice. Eché una siesta. Soñé que eras un rey elfo espacial que custodiaba una espada mágica.
Parpadeó con lentitud.
—Sueñas cosas extrañas.
—Tú inspiras cosas extrañas —respondí dulcemente.
Se removió sin mirarme a los ojos.
Victoria.
Me incliné, rozando su hombro.
—Dain.
Inspiró fuerte.
—Cassia…
—¿Sí?
Sus ojos se encontraron con los míos. Y, por un segundo, juraría que algo en él se resquebrajó. Sentí la tensión: quería decir algo, hacer algo, pero se aferró al reposabrazos como si este lo hubiera insultado.
Así que hice lo impensable.
Con cuidado, aparté un mechón de su rostro.
Contuvo la respiración.
—No estás nada acostumbrado a esto, ¿verdad?
Su voz salió ronca.
—Deberías parar.
—¿Por qué?
—Porque no sé hacerlo. Porque fui diseñado. Porque tú eres…
—¿Yo?
Tragó con dificultad.
—Eres… pura.
Parpadeé.
—Ay, Dain. Eso es adorable.
Y antes de pensarlo dos veces, acerqué mis labios a los suyos.
Suaves.
Rápidos.
A modo de prueba.
Se quedó helado. No se apartó. Tampoco respondió. Como si su cerebro hubiera abandonado la nave dejando el cuerpo en piloto automático.
Me retiré, buscando algo en su cara.
—¿Ves? No da tanto miedo.
Pero, antes de que contestara—
La nave dio un bandazo.
Violento.
Las luces parpadearon. Se me revolvió el estómago. Una alarma zumbó una vez y luego se apagó.
—¡¿Qué demonios ha sido eso?!
Dain ya estaba sobre los controles.
—Turbulencia menor. Entramos en una bolsa de interferencia solar.
—¿Eso era menor?
No respondió, absorto. Intenté seguir las pantallas, pero todo eran símbolos que no entendía.
Respiré hondo, dispuesta a apartarme, y llegó la segunda sacudida.
Más fuerte.
Tan fuerte que me lanzó hacia delante.
Directo a él.
Nuestros cuerpos chocaron. Me agarré a sus hombros para no caer y él me sujetó por la cintura; nuestros rostros quedaron a milímetros.
Respiraciones entremezcladas.
Y esta vez, me besó él a mí.
No fue suave.
Fue como si se rompieran todas las cadenas que llevaba días sosteniendo.
Su mano ascendió por mi espalda. Mis dedos se enredaron en su camiseta. Tal vez las estrellas giraban tras el casco, pero me daba igual. No cuando me besaba como si yo fuera lo único real que había tocado nunca.
Y entonces—
Se detuvo.
Apenas se separó.
Sus ojos buscaron los míos, grandes, desbordados.
—No debería —murmuró.
—Pero lo has hecho —susurré.
Abrió los labios. Parecía querer decir algo más, pero no salieron palabras.
Así que me acerqué otra vez, con voz suave:
—No tienes que saber cómo se hace, Dain. Solo tienes que quererlo.
Y, por todos los dioses, ojalá quisiera.
Glosario – Capítulo 7
Cabina (de mando) – Cabina del piloto en una nave o avión. (Cockpit)
Gravedad – fuerza de atraccion entre cuerpos que poseen masa. (Gravity)
Diseñado – Diseñado o modificado (normalmente de forma genética o tecnológica). (Engineered)
Bandazo – Sacudida brusca. (Jolt)
Respiraciones entremezcladas – Cuando las bocas estan muy cerca y se pueden sentir las respiraciones del otro. (Breaths mingling.)
Turbulencia – Movimiento inestable o brusco (habitual en vuelo). (Turbulence)
Las cadenas que te atan – Contención o autocontrol. (The restrains that cling)