Trono de Luz Estelar - Capítulo 8: Tuya, toda.
Clasificación: M/E
Géneros: Romantasía (Romance y fantasía) | Ciencia Ficción | Desarrollo Lento | Space Opera | Pareja Predestinada
Resumen:
Cassia Harper creía que sus mayores problemas eran pagar el alquiler, mantenerse al día con la escena de la moda en Brighton y vender suficientes artesanías para ayudar a su familia. Pero cuando un misterioso y hosco soldado a sueldo con orejas puntiagudas irrumpe en su vida, todo cambia.
Su pasado no es lo que pensaba. El padre que apenas recuerda no era solo un viajero distante, y el broche que lleva todos los días… no es simplemente una antigüedad.
Ahora, con asesinos tras sus pasos y un protector que se niega a reclamarla (aun cuando la tensión entre ellos es ardiente), Cassia debe decidir: ¿huirá de su destino o se alzará para enfrentarlo?
Qué esperar:
🔥 Un “slow-burn” con intensa tensión (y varias recompensas muy candentes 😏)
🐺 Un protector cósmico de orejas puntiagudas (que sabe que ella es su pareja predestinada, pero se niega a actuar… al principio)
👑 Política galáctica
🌌 Una space opera llena de acción, erotismo y drama
🛸 Brighton (Reino Unido) se encuentra con las estrellas
El zumbido de la nave era el único sonido mientras Dain me guiaba por el pasillo, sentía su mano, cálida y firme, en la parte baja de mi espalda.
No habíamos vuelto a hablar desde el beso. El beso que él inició. El beso que derribó el muro que había construido durante toda su vida. Pero ahora su silencio no era distante; estaba tenso, era denso pero con algo totalmente distinto.
Llegamos a una puerta que se abrió con un suave siseo. La habitación estaba en la penumbra, iluminada solo por tiras de luz ámbar a lo largo de las paredes. La cama que había usado antes me esperaba.
Me giré despacio hacia él, con el corazón retumbando.
—Así que… ¿qué vamos a hacer exactamente?
Se le tensó la mandíbula. Dio un paso, pero no me tocó.
—Me besaste —dijo en voz baja.
—Y tú me devolviste el beso.
Algo chispeó en su expresión—deseo, duda, temor. Acortó la distancia hasta obligarme a alzar la cabeza para mirarlo a los ojos.
—No debería desearte —susurró, ronco—. Me crearon para la guerra. Para matar. No para esto. No… no para ti.
Mis manos buscaron la punta de su camiseta.
—Pero lo haces.
Un latido.
Luego lo admitió, como si doliera:
—Sí.
Le levanté la camiseta despacio, los dedos rozándole el abdomen. Su piel era cálida, tensa, surcada de cicatrices leves y líneas luminosas, como tinta que latía bajo la piel—marcas que no había notado hasta ahora. No me detuvo; solo observó, respirando cada vez más rápido.
—¿Crees que yo no quiero esto también? —murmuré.
Tragó. Sus manos se alzaron, pero quedaron suspensas cerca de mis brazos, como si temiera tocarme.
Así que tomé sus muñecas y las guié a mi cintura.
Eso bastó.
Gruñó apenas—más un temblor que un sonido—y me alzó en sus brazos, cruzó la habitación en tres zancadas y me depositó con cuidado sobre la cama. Las luces se atenuaron solas, bañándolo en un resplandor dorado.
Me miró como si fuera sagrada.
—Cassia —susurró.
—Aquí estoy.
Me besó como si yo fuera etérea y quisiera volverme materia. Fue lento, reverente, desesperante. Sus manos recorrieron mi cuerpo como si me aprendieran, memorizando cada curva. Y, por Dios, qué dulce—tan increíblemente delicado. Si alguien se pregunta cómo se desarma a una chica, es así…
—No puedes romperme —susurré contra su cuello.
Se estremeció. Bajó los besos.
Su boca descendió por mi garganta, sobre la clavícula, más abajo. Se detenía a menudo, casi con devoción, posando los labios en los puntos más suaves de mi piel. Cuando llegó a mis caderas, yo temblaba de anticipación.
Entonces me abrió los muslos con una caricia tan tierna que me estremeció.
Jadeé cuando su boca me alcanzó—caliente, deliberada, demoledora. Dain se tomó su tiempo, lento y concentrado, como si aquello fuera lo más importante que hubiera hecho en su vida. Respondía a cada sonido que yo emitía, como si leyera un mapa, como si fuera una guía. Apreté las sábanas, jadeando, con un gemido que me salió del alma mientras el calor se enroscaba dentro de mí.
—Dain —gemí.
Subió besando mi cuerpo y, cuando volvió a quedar sobre mí, yo estaba mareada de deseo.
Pero vaciló.
—Cassia…
Le acaricié el rostro.
—No lo pienses tanto. Solo quédate conmigo.
Lo besé, profunda, urgentemente, vertiendo todo en ese beso. Y, por fin—por fin—él se soltó.
Entró en mí despacio, con un cuidado exquisito, como si aún temiera hacerme daño. Y, Dios mío, fue increible. Nos movimos como si hubiéramos sido hechos para esto—como si nuestros cuerpos llevaran demasiado tiempo esperando este momento.
Hundió el rostro en mi cuello, gimiendo mi nombre como una oración. Lo estreché más, mis dedos perdiéndose en su pelo.
Y entonces—sin previo aviso—sentí la presión de sus dientes en mi hombro.
Un pinchazo agudo.
—¡Dain! —exclamé.
No dolía, no exactamente. Era calor—una oleada primitiva y eléctrica recorriéndome en oleadas.
Y, antes de pensar, antes de poder detenerme, lo mordí yo también.
Mis dientes hallaron la base de su cuello, hundiéndose instintivos, atraídos por una fuerza que no comprendía. Entonces él se quedó rígido.
Se apartó lo justo para mirarme, atónito.
—Me… me mordiste.
—Fue sin querer. Simplemente… pasó. —Titubeé—. Pero tú me mordiste primero.
Sus ojos se encendieron. Me besó de nuevo, más despacio ahora, pero algo había cambiado. No sabría decir qué. Solo que lo sentía.
El aire pesaba más. La conexión, más profunda.
—Has creado un vínculo —murmuró—. Se suponía que no podías…
Pero lo había hecho. Fuera lo que fuese ese vínculo.
Sus manos apretaron mi cintura al moverse otra vez; esta vez no hubo contención. Solo adoración. Solo necesidad. Solo nosotros. Entonces una oleada me arrasó y acabé tan intensamente, tan fuerte, que lo arrastré conmigo. Gruñó al correrse, escondiendo el rostro en mi cuello.
Cuando por fin quedamos quietos, jadeantes y enredados, el zumbido de la nave llenó el silencio.
Pasó un rato antes de que ninguno hablara.
Hasta que él preguntó:
—¿Estás bien?
Sonreí, los ojos aún cerrados.
—Estoy brillando. Literalmente, quizá.
Una risa suave. El sonido era… real. Torpe. Como si nunca antes lo hubiera hecho.
Abrí los ojos. Me observaba como si sostuviera las estrellas.
Apartó un mechón de mi mejilla, sus dedos delineando mi mandíbula.
—Jamás pensé que te encontraría —susurró—. Jamás pensé que lo mereciera.
Le acaricié el rostro. No encontraba palabras; había seducido a un alienígena desconocido y, aun así, sentía que lo conocía de toda la vida.
Me besó de nuevo, más suave esta vez.
Y, por primera vez, me sentí completa.
Glosario - Capítulo 8
Reverente - con profunda admiración (Reverent)
Contención - autocontrol (Restraint)
Instinto - inclinación natural (Instinct)
Vínculo (de) pareja predestinada - lazo emocional que se crea entre parejas y que está definido por el universo (Mate bond)
Adorar - venerar profundamente (Worship)
Anclar - dar estabilidad emocional o física (Anchoring)
Gimió - producir un gemido (Groaned)
Se estremeció - vibró (Shuddered)